Reflexionan sobre las representaciones del mal en el arte novohispano en el Museo Nacional de Arte
Figuras antropomorfas con cuernos y patas de macho cabrío, serpientes y bestias de siete cabezas son algunas de las representaciones más populares del demonio dentro del arte novohispano y sobre las que habló el especialista Abraham Villavicencio en la charla Lucifer y sus poderes: temas y usos de la imagen del diablo en Nueva España, como parte del programa académico de la exposición Ángeles, las huestes celestiales en la Tierra que exhibe el Museo Nacional de Arte (Munal), del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal).
A pesar de que hay una iconografía del mal difundida en todo el imperio español, incluidos Asia y Europa, explicó en entrevista que ésta no fue estática, sino que cambió a lo largo de los siglos y también tuvo ciertas variantes que retomaron referencias locales.
“La iconografía es un proceso de traducción, transliteración, búsqueda de sinónimos”, dijo al detallar que una de las estrategias del cristianismo, que le han permitido sobrevivir, es su carácter flexible y de adaptación a los distintos pueblos: “Esto traerá como consecuencia la cristianización del imaginario indígena antiguo.
“Hay dioses y lugares que no tenían una carga moral, pero fueron moralizados. Hay que tener en cuenta que para ellos fue difícil poder traducir, en términos culturales, los principios cristianos a los pueblos, porque estos no tenían una idea del ‘mal’ o del ‘pecado’, por lo cual usaron paralelismos para referirse al ‘infierno’, que en el catecismo náhuatl quedó como Mictlán y ‘diablo’ como Mictlantecuhtli”.
Mencionó que el objetivo de la conferencia ha sido sensibilizar sobre cómo estas estrategias tenían polos distintos, porque se tiende a creer que los frailes perversamente utilizaron elementos o referencias a los dioses prehispánicos en la iconografía, pero no fue así. Advirtió, sin embargo, que hay obras que sí presentan algunas referencias, realizadas bajo supervisión católica, porque “estaban convencidos de que el diablo se había manifestado en América y había corrompido las creencias de los indígenas para volverlos adoradores del demonio o herejes”, como se observa en el lienzo de Tlaxcala, el Códice de Glasgow o las pinturas murales del Ex Convento de Actopan: “Podemos encontrar diablos representados con máscaras, antiojeras, tocados de papel, orejeras, propios de los dioses antiguos, porque estaban convencidos que el demonio se había aparecido, transfigurado”.
Asimismo, abundó en los cambios que tuvo esta iconografía: “Hay muchas variantes cronológicas del cristianismo y, por lo tanto, de su representación iconográfica, y esto es algo que se puede ver en la exposición. La representación del mal tampoco fue estática, una estrategia que funcionó en el siglo XVI con fines muy claros, para el siglo XVII no fue vigente, porque la concepción del mal cambió”.
Por ejemplo, los pecados. Mencionó que en la iconografía del siglo XVI, como la de Actopan o de la capilla de Santa María Xoxoteco, se puede ver que el pecado de la gula está asociado a los bebedores de pulque, pero en el siglo XVIII está asociado al vino. En las pinturas se advierte un cambio cultural.
Lo mismo sucede con las representaciones de la lujuria, acorde con los cambios sociales y la introducción de la moda francesa, frente a un modo de vida hispánico, en el trance del siglo XVII al XVIII, que pone a los predicadores de las ciudades preocupados por la moda femenina, que presenta otro tipo de escotes y silueta en el cuerpo, así como el refinamiento de la moda masculina, que chocaba con la cultura de la monarquía de Habsburgo.
El investigador explicó que también hay iconografías del mal recurrentes dentro del mundo católico, que circularon en todo el imperio español, América, Europa y Asia: “La figura humana, a veces gastrocéfala, antropomorfa, con cuernos y patas de macho cabrío, alas de murciélago, será una constante en la interpretación del demonio. Hay que tener en cuenta que muchas representaciones en pintura de caballete se hicieron gracias a la llegada de grabados europeos: españoles, italianos, franceses, y que serán reinterpretados por los pintores”.
Otras iconografías del demonio a las que se recurrirán y serán constantes en el tiempo y espacio son la serpiente, a veces con cabeza de mujer, y la figura de la bestia de siete cabezas: “En la Nueva España hubo variantes relacionadas con el diablo chocarrero, que hace bromas, entre el XIX y el XX. Nosotros vivimos con una proximidad a imágenes del diablo muy diferentes de aquellos siglos: el diablo de pastorela, al que quemamos en la Semana Santa, esto también ha permitido que el diablo, en nuestra cultura, desde finales del XIX y sobre todo en el XX, tenga un lugar diferente”.
Finalmente, explicó que la imagen del demonio corresponde a contextos sociales, a usos religiosos, pero también económicos y sociales: “La imagen del mal fue un soporte que contribuyó a crear estereotipos, por ejemplo, la relación entre la piel negra y los demonios, quizá esta charla nos ayude a comprender y ser críticos sobre esos aspectos, pero también comprender que estos temas no eran meramente asuntos de fe, sino que eran simultáneamente asuntos políticos, sociales, económicos, y que en la iconografía del demonio podemos abordar esta diversidad de preocupaciones de un reino que tuvo también distintas etapas”.
El ciclo de conferencias continuará en el Museo Nacional de Arte, que se ubica en Tacuba 8, Centro Histórico. Horarios de visita, de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.