CHIAPAS

México para todos

*  Juan Carlos Gómez Aranda

México es un país de contrastes. En el norte, regiones, pueblos y ciudades emergen o persisten con fuerza agrícola e industrial, conectados con mercados globales; en el centro, la metrópoli dicta las pulsaciones económicas y políticas del país. Pero el sureste, con su biodiversidad deslumbrante y sus comunidades históricamente olvidadas, continúa en muchos sentidos al margen. Esta asimetría no es una simple casualidad geográfica, es una herida histórica que no cicatriza por un desarrollo profundamente desigual.

En un tiempo de cambios profundos, la nación enfrenta un reto impostergable: incluir a los que poco han sido tomados en cuenta, cerrar las brechas que separan a una región con vastos recursos de las oportunidades que le han sido negadas por generaciones. Y este reto no es sólo económico, es ético, social y humano.

Como nunca, el país esta ante una oportunidad que no puede desperdiciarse. Los proyectos transexenales del gobierno de la República que ahora se ejecutan en el sur son una declaración de propósitos y significados: el país no puede avanzar dejando a una parte de sí mismo atrapada en el rezago.

Proyectos como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, el Polo de Desarrollo de Tapachula, la Universidad Rosario Castellanos, la Línea K y el gasoducto a Centroamérica buscan integrar al sureste a la dinámica nacional, no como un invitado marginal, sino como un actor central. No se trata solo de obras físicas; estos proyectos son un compromiso de inclusión, una oportunidad para equilibrar el desarrollo, de hacer realidad el principio de prosperidad compartida.

La presidenta Claudia Sheinbaum, lo ha dicho: “un México fuerte no puede existir sin un sureste fuerte”. El Tren Maya, con más de 1,500 kilómetros de vías conectará destinos turísticos, pero su verdadero potencial radica en vincular comunidades aisladas, abrir mercados para productos locales y generar empleos que permitan a miles de familias construir un futuro con arraigo en su tierra.

Del mismo modo, el Corredor Interoceánico es el viejo sueño hecho realidad de una conexión logística y una arteria económica que permitirá transformar la vida de comunidades enteras, estableciendo un puente entre el Atlántico y el Pacífico que beneficiará a los olvidados del sur tanto como a los grandes mercados internacionales.

Al consolidar a Puerto Chiapas como un polo de desarrollo, el café y otros productos agropecuarios de la región, ademås de mercancías manufacturadas, se podrán exportar de manera más eficiente. Chiapas, corredor ancestral de cultura y economía, será puerta comercial entre México y nuestros vecinos del sur.

El gasoducto a Centroamérica es una obra de ingeniería con potencial para convertirse en una herramienta de justicia energética que permitirá a las regiones más rezagadas tener acceso a recursos clave y a menor precio para su desarrollo.

El anuncio de la presidenta Sheinbaum de hace apenas dos días de crear la Universidad Nacional Rosario Castellanos que principiará clases en 2025 con un primer plantel en Comitán, llena de júbilo a miles de jóvenes que desean prepararse para participar en los cambios en sus comunidades. Se confirmará que la educación es la más eficaz forma de igualar las oportunidades para el bienestar.

Hay que advertir que los proyectos no son suficientes si no se acompañan de un enfoque humanista. No podemos medir el éxito con cifras: kilómetros construidos, toneladas transportadas o pesos invertidos. El verdadero éxito debe ser medido en vidas transformadas, en jóvenes que encuentran oportunidades sin necesidad de emigrar, en comunidades que ven en el progreso una herramienta para preservar su cultura y fortalecer su identidad.

Los proyectos deben ser factores de reconciliación, no de imposición. Es fundamental que el desarrollo se construya con las comunidades, no sobre ellas. Por cada kilómetro de vía o cada planta construida, debe haber un esfuerzo equivalente en generar confianza, en garantizar que los beneficios lleguen a todos, pero primero a quienes más lo necesitan.

Chiapas, corazón de la transformación

Chiapas ocupa un lugar especial. No es sólo un estado del sur; es el corazón de esta transformación. Con una biodiversidad que coloca a México en el mapa mundial y una riqueza cultural llena de tradiciones de sus pueblos originarios, Chiapas es un pilar del futuro de la nación.

Eduardo Ramírez, Gobernador a partir del próximo domingo, lo ha planteado con claridad: no basta con construir obras, necesitamos construir esperanza. Y la esperanza nace cuando las comunidades ven que el desarrollo toca su puerta”.

La Nueva ERA que inicia en Chiapas dentro de tres días, permite vislumbrar que el aporte del estado a la transformación nacional será de gran calado. Chiapas y su gobierno harán su parte con compromiso y determinación, en los cambios que vienen para apuntalar la apremiante transformación que anhelan los chiapanecos.

Aquí el humanismo transformador toma su papel central. Rosario Castellanos, una de las voces más luminosas de Chiapas -la comiteca universal- lo expresó: “La paz no se decreta, se construye” y esa construcción debe partir del respeto a la diversidad, de escuchar a los excluidos del progreso.

Es fundamental apoyar a Chiapas con inversiones nacionales e internacionales para lograr ejecutar los proyectos que impulsen el desarrollo del sur de México. Los chiapanecos y su nuevo gobierno harán lo que les toca hacer. Es el momento.

*El autor es Coordinador de los Diálogos por la Transformación de Chiapas.

Twitter: @JCGomezAranda

Email: jcgomezaranda@hotmail.com

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