OPINIÓN

La ira: El dominio del fuego interior.

Paz interior el mejor regalo para esta navidad

En el libro llamado La ira: El dominio del fuego interior escrito por el monje budista Thich Nhat Hanh, o monje Thay como le gustaba que afectuosamente se le llamara, podemos encontrar valiosas enseñanzas sobre cómo dominar la ira y poder llevar una mejor relación con nuestros seres queridos y con las personas que nos rodean, algo que considero como el mejor regalo para navidad, una navidad sin enojos, una navidad de reconciliaciones, una navidad llena de armonía podría ser el mejor regalo bajo el árbol.

Vivimos en una sociedad enferma de ira. Ira en las noticias, ira en el trabajo, en la familia, etc. En tantos ámbitos de nuestra vida, nadie absolutamente nadie, estamos exentos de enojarnos y el cómo reaccionamos a ese enojo es algo que este libro nos enseña a gestionar.

La mayoría de nosotros espera a que una guerra se desate para hacer algún esfuerzo para detenerla, muchos de nosotros no sabemos que las raíces de la guerra están en nuestra forma de pensar y de vivir.

Si eres un buen meditador quizás tengas una visión más profunda, puedes ser una persona más tolerante. En nuestra vida cotidiana estamos corriendo continuamente, no tenemos la capacidad ni la oportunidad de detenernos y observar profundamente la vida que llevamos.

Si tu casa se está incendiando, lo más urgente es regresar a ella y apagar el fuego y no correr detrás de el que creemos que la ha incendiado, cuando estás enojado si sigues discutiendo con la otra persona estás actuando como alguien que se pone a perseguir a un pirómano mientras su propia casa está ardiendo.

Cuando estés enojado toma un espejo y ve como tú rostro pasa de hermoso a tenso y desagradable. Está comprobado que un minuto de enojo debilita tu sistema inmune por 4 horas.

Cuando alguien nos hace enojar sufrimos y creemos que hacerle algo que lo haga sufrir también nos aliviará, pensamos en castigar a la persona porque eso nos hará sentir mejor

En uno de los pasajes de este libro se nos relata la historia de un joven de 12 años que asistía a las prácticas de meditación del monje Thay, este joven tenía problemas con su padre, porque cada vez que cometía un error o se caía y se lastimaba, su padre en vez de ayudarle, le gritaba y le insultaba diciendo: ¡Que tonto eres! ¿Como puedes hacer algo así? Le gritaba solo porque el joven se había caído y hecho daño, así que para el su progenitor no era una persona afectuosa ni un buen padre. Se prometió así mismo que al crecer nunca trataría a sus hijos de ese modo, que cuando el tuviese hijos en vez de gritarles les abrazaría.

El segundo año que el joven asistió a meditación llevo a su hermana pequeña, mientras su hermanita pequeña jugaba pronto se cayó al suelo y se golpeó con una roca, su cara quedo lastimada, de repente aquel chico sintió que la energía de la ira estaba surgiendo en él y estuvo a punto de gritarle a su hermana: ¡Que tonta eres! ¿Como puedes hacer algo así? Estuvo a punto de hacer con ella lo mismo que su padre había hecho con él, pero como había practicado el arte de la meditación, comenzó a caminar y a respirar profundamente, en 5 minutos logro ver que su ira era una energía que su padre le había transmitido.

Quizá en tu vida existió una época en la que no podías comunicarte con tus padres, aunque vivieras en la misma casa, quizás hayas sentido que tus padres eran distantes, muchas veces padres e hijos creen que entre ellos solo hay diferencia, separación y odio, no saben que tienen muchas cosas en común y que podrían ser capaces de comprenderse, perdonarse y amarse.

Querido lector, yo viví mucho tiempo en guerra con mi padre, que era un ser iracundo y a la vez su ira me producía más ira y era una cadena interminable de ira.  Ahora que soy practicante de la filosofía budista y la meditación, me he podido dar cuenta que me faltó tanto escuchar con compasión a mi padre, ambos éramos fuego y ninguno fue capaz de apagar el incendio de la ira, ambos compartimos el mismo destino de provenir de familias disfuncionales y no fuimos capaces de escucharnos ni perdonarnos, el ha partido de este mundo y hubiera deseado pasar una navidad con mi padre sin discusiones, entendiendo que su enojo provenía de sus propias frustraciones y que el sufría tanto como yo.

Mucha gente sufre y siente que nadie puede comprenderla, ni a ella ni a la situación en la que se encuentra, en un mundo tan agitado todos están ocupados y hemos perdido la capacidad de escuchar, pero todos necesitamos a alguien que nos escuche.

Con la meditación podemos transformarnos de ser un mar de fuego a un lago de calma y entonces, no solo dejaremos de sufrir, también podremos brindar paz a los que nos rodean.

Autora: Ana Isabel Cid O.   

Dudas y comentarios, queridos lectores a:

correo: isabella_carey@hotmail.com

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