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ALVARADO, MI BARRIO BRAVO DE LA FUENTE.


Í N D I C E. . .

Ruperto Portela Alvarado.

ALVARADO, MI BARRIO BRAVO DE LA FUENTE.

+ El tren y lo que el tiempo se llevó…

+ Juventud que dejó gratos recuerdos…

+ Mis amigos y mis aventuras de ayer…

+ Personajes de la historia del lugar…

 

Ruperto Portela Alvarado.

 

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.“¿Qué sos un garufa?. No Ché, soy un ciudadano del mundo que en el castellanos vulgar quiere decir un vago cualquiera”. Yo anduve por todos lados, de arriba abajo; desde el Barrio de la Fuente hasta por el del Parque Deportivo; la calle Doctor Luis E. Ruiz, Paso Nacional y Las Escolleras. Visité la colonia Valente Cruz y de todo tengo un poquito de historia.

¿Qué será?, a los doce o trece años, allá por 1963 o 1964, llegué al Barrio de la Fuente, a la casa de mi tío Ángel Portela Sánchez para que de alguna manera me corrigiera mi rebeldía. Pero no sé qué pasó, porque muchos dicen que quedé peor con el remedio que la enfermedad.

El Barrio de la Fuente fue un antecedente de mi vida, donde siempre, y como ahora, fui feliz, que sigo siendo. Recuerdo aquella línea de calle que marcaban las vías del tren y las múltiples casas desordenadas, donde se entraba por un callejón e ibas a salir por otro lado imprevisto. Era el asiento del ferrocarril que llegaba a eso de la una de la tarde cuando un puñado de chamacos nos colgábamos –en un juego peligroso-- de sus estribos y subíamos para viajar cien o doscientos metros en el.

Recuerdo que entre sus maniobras, el tren “tomaba agua” –porque creo ahora que era de vapor—de un gran tanque o pozo de más de ocho metros de diámetro y profundamente hondo. Ahí los intrépidos jovenzuelos del barrio lo utilizaban como alberca para nadar, ¡aunque fuera peligroso!. Enfrente de la estación y el tanque estaban los depósitos de gasolina de unos “magnates” –de ese tiempo— de apellido Vives, y a un costado el muelle “Las Águilas” donde muchos aprendimos o íbamos a nadar.

El muelle del “Águila” era una especie de ensenada, laguna donde se amarraban los botes, las lanchas que les dicen ahora. En ese lugar también se iba a bañar los caballos que Dimas Zamudio alquilaba en las fiestas de octubre. Ahí está hoy una gasolinera que algunos comentan que es propiedad del ex presidente municipal, Orive García Mora y familiares, o quizá ya la vendieron. Este barrio bravo, donde nadie podía entrar porque era territorio de sus habitantes, inicia donde está el mercado público del boulevard Juan Soto, hasta lo que era entonces la planta del Puerto Pesquero Piloto de Alvarado.

Pero allá por donde hoy es la colonia “Valente Cruz”, el tren hacía sus maniobras en un lugar que le llamaban “el cambio”, en que la máquina-locomotora tomaba su posición delantera para jalar los vagones. Mientras tanto nosotros y otros chamacos que bajaban al barrio, le ponían las corcholatas para que el tren las aplastara y afilara, con lo que hacíamos los gallitos que cruzábamos con hilo por dos orificios. Por esa colonia, mi tío Ángel Portela Sánchez abrió una tienda que, como estaba tan lejos, la bautizó con el nombre de “Veracruz”. Ahí dio su vida mi primo Luis “Güicho” Portela Cruz como administrador primero y luego como único propietario.

Muy presente lo tengo yo. En “La Fuente”, era en la cantina “El Gallo Rojo” propiedad de mi tío Ángel Portela Sánchez, donde se reunían los trovadores como “Lito Rompe Teja” y el compositor por excelencia, Pablo Zamudio Rosas, el ínclito alvaradeño, “Pablito Coraje”. Seguramente que ahí escribió su creación: “La Basura” que muchos dicen que le dedicó a una de sus mujeres más queridas: Senobia, la que supongo se apellidaba Cruz y era hermana de Pastor Cruz, “Machirula”.

“La historia contaré de una ramera/ basura que ensució mi pobre vida/ me asquea recordar esa perdida/ pero es que me lo exige la razón…”. Así inicia esta canción como también “La Bagatela”, otra no menos despechada: “que no te quiere esa mujer/ que anda con este y con aquel/ y tú te mueres y no quieres comprender/ que no te quiere esa mujer./ Que mándala al caramba que ande y ande/ con cuanto mequetrefe quiere andar/ contigo claro está se cree muy chicha/ que chicha ni que nada/ te quiere apantallar./ Ya es hora de que saques las espuelas/ y que a esa bagatela/ la mandes a volar”. ¡Fabuloso Pablito Coraje!.

Eran tiempos de Carlos Gardel, del tango en México y en el “Gallo Rojo” había muchos que las interpretaban muy bien, como mi tío Ángel Portela Sánchez a quien ya lo recuerdo cantando: “ladrillo está en la cárcel, el barrio lo extraña/ sus dulces serenatas ya no se oyen más./ Los chicos ya no tiene, su amigo querido/ que siempre moneditas les daba al pasar./  Los jueves y domingos, se ve una viejita, llevar un paquetito al que preso está/  de vuelta la viejita los niños le preguntan/ Ladrillo cuando sale, solo Dios sabrá”. 

Ángel Portela Sánchez, como su hijo Angelito Portela Chávez “El Auténtico”, fueron bohemios y el ambiente del arrabal –como le decía en sus canciones “Pablito Coraje”—cantaban tango, boleros y  guarachas. Interpretaban a Pedro Infante, a Julio Jaramillo, Gil Olvera “el órgano que canta”. Los acompañaban el amigo “Lito Rompe Tejas” con su vozarrón y guitarra.

En esos vaivenes también participaba el joven Mario Ramón Ramón, “El Mochilongo”, al que supongo Pablito Coraje le hizo este verso: “El joven Mario Ramón Ramón/ un muchacho joven y fuerte/ logró el negro de la fuente, dejarlo sin pantalón”. Y de la misma manera,  que si no lo era, “El Mochilongo” se creía el Pedro Infante” del barrio. Tocaba la guitarra y cantaba el buen mozo y arrollador con las mujeres del barrio, aparte de ser un diestro, ágil en la matanza de puercos como su hermano Prisciliano “El Pichi”, quien por la madrugada en plena labor de destazado de los animales, pedía su “santo trago para curar el estérico”.

Al “Gallo Rojo” llegaban: Porfirio González Morales, “El Etíope”, que entonces era Jefe de Casa de Máquinas del Puerto Piloto; los dirigentes del sindicato de esa empresa, Carbajal, Escalera y Robert, por mencionar algunos. Por cierto, yo era el que tenía que ir hasta el mercado a buscar un esporádico taxi hasta el mercado para llevar a los ebrios a sus casas, porque en ese entonces el servicio no llegaba hasta esa parte del barrio.  

Yo era el utility de esa cantina-tienda-carnicería: mesero, mandadero, ayudante de nacatero. Me tocaba ir a despertar al matancero “Mario Mochilongo” a su casa, al lado del panteón, a las dos de la mañana. Me acompañaba un enorme perro, tan grande y manso, pero apantallador como su nombre: “La Fiera”.  Había otra perra de raza policía que se llamaba “Tania” que si era brava como mi tía Juana Bravo Portela.

Por cierto, mi tío era proveedor de carne de  puerco al restaurante del Puerto Piloto y a mí me tocaba llevar la pesada paila repleta de mercancías, en la cabeza. Una de esas madrugadas en que también llevábamos el producto al mercado, se me atraviesa “La Fiera” y que toda la carne se va a la tierra y se tuvo que tirar porque la arena no se le sale ni lavándole.

Como sabrán, el personaje ícono del barrio era “El Negro de la Fuente” que se hizo famoso por todo el universo alvaradeño, por su supuesta hombría, tamaño y color firme; pero en realidad era un paria al que por su imagen, se le tenía miedo, siendo en verdad un buen hombre. También hay que anotar a “Ramirito” (hermano de Juana Ramírez “La Papaya”) el que daba los pronósticos del tiempo en el mercado público municipal. Gritaba: “Estado del tiempo para la tercera región, de Punta Delgada a Coatzacoalcos, incluyendo los puertos de Veracruz, Alvarado y Santecomapan.  Vientos fuertes del norte con rachas huracanadas, pasando a moderadas en el transcurso del día”.

Otro gran personaje fue mi tía Juana Bravo Portela, una mujer bragada de casi 120 kilos, que no se le notaban por su altura y fortaleza. Fue quien acuñó la frase aquella de “a mí ni la v..g.a me pelan”. Hay historia de la prima de mi  papá Celedonio Portela Sánchez, que en otra ocasión voy a contar.

Al lado de la cantina que también era tienda de abarrotes y venta de carne de puerco, chicharrones, cervezas, botanas, licores curtidos de frutas y otros derivados alcohólicos, vivía una señora a la que le decíamos “La Chaparra”. Al otro costado Olga Rojas quien tenía varios hijos: Joel, David, José, pero sobre todo dos hijas preciosas: Lourdes e Irma Hernández Rojas, de quien guardo gratos recuerdos.

No se pueden olvidar aquellas hermosas chamacas: Virginia y Nelly, hijas de don Pastor Cruz “Machirula”, y Martha a quien junto con sus hermanos: “El Güero Félix”, Pancho, Beto “El Diablo Verde” y Toño,  les decían los “Come Tripa”, hijos del señor Antonio Reyes, “Don Toño”, un hombre humilde y bueno que se dedicaba a cargar y vender agua con dos latas atadas a un madero que cruzaba en sus hombros.

No se me debe olvidar mi prima Virginia Alvarado Román, con quien me he vuelto a encontrar, aunque sea a la distancia y a través del Facebook. Por ahí también vivía mi amiga y compañera de equipo en atletismo y extraordinaria corredora de 75 y 100 metros planos, Sandra Luz Padrón Arredondo, con quien he vuelto a tener una comunicación permanente, agradable y respetuosa. Recuerdo a sus hermanas, Flora y Rosa María, más otra de la que no recuerdo su nombre. Igual me viene a la memoria Carmen, una morenita a la que le puse “la de la cadenita” por una anécdota de un carnaval.

Debo recordar a mis amigos de ese barrio bravo de La Fuente, como Fernando Zamorano “Chamarra” que era muy amigo de “Mario Mochilongo” y su hermano Ramón Zamorano “El Sapo”, hijos de don Victórico Zamorano, que si no me equivoco era quien sacaba los chicharrones con sus manos, directamente de la paila hirviente. Buena amistad tuve con Alfonso Cáceres “El Chilango” y sus hijos Julio “Julipo”, “Fonchito”, a los que le decían “Los Buchones”. Fue una gran época, como todas las que uno viven en plenitud.

En el Barrio de la Fuente y por toda la vía del ferrocarril filmaron la película: “Las Aventuras de Joselito y Pulgarcito”, donde llevó un estelar el perrito al que le decíamos el “carbonero” porque siempre andaba sucio. En el film, ese perrito se comió a “Federico” que era un pescadito que los niños actores cuidaban como su tesoro. “El Carbonero” era de la casa de don Yiyo Herrera (Juan Francisco Herrera Ramón) y doña Lidia Ochoa Castro, papás de amiga Delta, mi compañero de Secundaria, Dealberto y Coyillo Herrera Caballero, quien fue nuestro manager del equipo de béisbol “El Gallo Rojo”.

Ahí conocí a mi amiga y después compañera en la Secundaria Rosana Valerio, hermana de Persy, uno de los buenos beisbolistas y cátcher en la selección Alvarado. También, hace mucho tiempo no veo a Lesvia Gómez Lara, quien si no me equivoco casó con un amigo de nombre Maximino. Con ella llevé una bonita amistad desde la Primaria y Secundaria, como lo fuimos de Loly Pensado. Había otra muchachita que se llamaba Epifanía, menudita y buena persona, a la que jamás volví a ver.

Pero no todo era felicidad porque había un dejo de violencia al interior del barrio donde proliferaban las cantinas, las prostitutas y las riñas que afortunadamente eran a madrazos y escasas veces con un cuchillo de aliñar pescados. De esos peleoneros eran “Los Come Tripa” que se juntaba con Teodoro Ramírez Cruz, “La Prieta”, un negrito que presumía de malandrín, pero que a la hora de la hora era puro pajarito nalgón. Su papá, don Teodoro Ramírez “El Ojón”, era un pescador, hombre de buena actitud, amigo y chambeador. A lo lejos recuerdo a unos muchachos a los que en el barrio le apodaron “Los Werever”, porque su papá decía que eran de sangre azul.

Después del “Gallo Rojo” estaba la cantina de “Bocho”, un viejo regordete de apellido Tágano, cuyo negocio estaba a la bajada a la Fuente por la prolongación de la calle Aldama. Ahí se oía la música de Mike Laure (La Fonda Chiquita, Mazatlán, Cero39) y otras más de la Sonora Matancera, Sonora Veracruz y ya entonces la Santanera). Ahí conocí a “La Múcura”, una mesera delgadita,  pero con un cuerpo modelado de guitarra. Preciosa la negrita con quien “Mario Mochilongo” bailaba cotidianamente.  

Había una cantina más en la bajada a La Fuente que se llamaba “La Resbaladilla” y en pleno centro del barrio, “Las Varillas”, propiedad de Juvencio Chávez y otra más adelante, donde su dueño, José “Trijio” Valencia solo vendía chapo y otros preparados con mucho alcohol. Por cierto, cerca de “Las Varillas”, mi tío Ángel Portela tenía un terreno en el que antaño le sirvió de curtiduría de pieles. Por ahí vivía mi tía María Antonia Portela Ramos quien preparaba los alfajores de arroz y las jaibas rellenas que hicieron historia en Alvarado y que vendía en las inmediaciones del atracadero del Ferry, Emilio García Carpio, al que le decíamos, “García, Pata de Elefante”.  

Ya abandonado ese terreno y acondicionado el lugar, se celebraban bailes los sábados y domingos que amenizaba el extraordinario grupo musical, “Los Pica piedras”  de Diego Silva y su hermano “El Pellejudo” –del que no recuerdo su nombre—pero que era fabuloso con el estilo de la entonces maravillosa “Sonora Veracruz” cantando aquella de: “Yo tuve un sueño feliz/ quise hacer una canción/ y mi guitarra cogí/ puse todo el corazón/ volaron las palomas del milagro/ escuche bien lo que escribí…”, creo que de un compositor puertorriqueño.

No puedo resistirme a recordar a mi tía Juana Bravo Portela, una mujer robusta, fuerte y bragada, que no le temía a la policía y hasta se enfrentaba al comandante municipal, “El Diablito”, al que una vez le puso de sombrero una sandía. Otra de esas mujeres frondosas, enormes –o así las veía-- era Maura “La Mocha” Martínez Ramón, entre otras muchas que hicieron historia en aquella época del Barrio Bravo de la Fuente.

Ahí aprendí a tomar mis alipuses,  pues con mis primos Güicho y Fallo Portela, Raúl Zamorano Aldán; a veces Toño Rodríguez y otros trabajadores, preparábamos el “chapo” de agras, nanche, jobo o la fruta que se pudiera curtir. Cuando lo “curábamos” y envasábamos le dábamos su probada que después eran tragos cada vez más grandes. Estábamos en el medio, en el ambiente y oyendo la música de la Sonora Santanera, la Sonora Veracruz –con mi bohío--, Carlos Gardel –Comparsita, El Día que me Quieras-- Pedro Infante con sus “Cien Años” y hasta “El Jibarito” Rafael Hernández con su inigualable “Lamento Borincano”. No podíamos salvarnos de esa “contaminación” agradable.

Barrio Bravo de la Fuente, no te podré olvidar porque mis primeros años de juventud los pasé por esos rieles del tren, la música, la alegría y la compañía de muchos de los que he mencionado y otros que me faltaron por anotar en este recorrido histórico de mi memoria.

Con un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya.

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

Celular: 961 18 8 99 45.

13/07/2020