Columna de Opinión 5/7 ¿Juntos es posible?
Por J. Eduardo Pineda Arenas
La historia nos ha demostrado que cuando las fuerzas públicas y privadas trabajan en conjunto, se pueden lograr transformaciones extraordinarias. Sin embargo, también sabemos que la falta de coordinación y objetivos claros puede convertir esta colaboración en un ejercicio estéril. Hoy, más que nunca, nuestra región necesita romper con la inercia de la desconfianza mutua y crear una sinergia donde cada actor –gobierno, empresarios y sociedad– encuentre su papel en un proyecto común que trascienda intereses particulares.
Un modelo de corresponsabilidad
La colaboración público-privada no es un concepto nuevo, pero tiene el potencial de ser revolucionario si se adopta con una visión de largo plazo. Para que esta alianza funcione, es necesario un modelo de corresponsabilidad:
1- El gobierno como facilitador: Su papel debe centrarse en crear las condiciones necesarias para que la inversión fluya, garantizando seguridad jurídica, infraestructura adecuada y políticas públicas que premien la innovación y la sostenibilidad.
2- El sector privado como motor de innovación: Los empresarios tienen la responsabilidad de no solo invertir, sino de hacerlo con un enfoque ético, sostenible y socialmente responsable. Esto incluye apostar por la tecnología, la capacitación y el desarrollo local.
3- La sociedad como supervisora y beneficiaria: La ciudadanía debe ser el corazón de este modelo, no solo como receptora de los beneficios, sino como vigilante activa de que los recursos se usen de manera transparente y eficiente.
Políticas que incentiven la acción conjunta
Para que esta colaboración tenga impacto real, se necesita un marco normativo que incentive la participación activa de todos los sectores. Este es el objetivo de nuestra propuesta de «Ley de Fomento Económico»:
1- Incentivos fiscales y financieros: Para empresas que inviertan en sectores estratégicos como energías renovables, tecnologías limpias y transformación de productos locales con valor agregado.
2- Fondos tripartitas: Presupuestos gestionados de manera conjunta por el gobierno, el sector privado y representantes de la sociedad para impulsar proyectos productivos y de infraestructura.
3- Mesas de diálogo permanentes: Donde se definan prioridades, se midan avances y se ajusten estrategias en función de los resultados.
Ejemplos que inspiran
No estamos inventando el hilo negro. Países como Singapur han demostrado que las alianzas público-privadas son clave para transformar economías pequeñas en potencias globales. En México, estados como Querétaro han dado pasos importantes al convertirse en polos de inversión tecnológica. La diferencia está en la constancia, la visión compartida y la voluntad de dejar de lado intereses individuales por un bien común.
Más que una colaboración: un pacto por el futuro
Esta alianza no debe ser un acuerdo efímero, sino un pacto sólido por el desarrollo integral de nuestra región. Cada peso invertido, cada esfuerzo realizado y cada decisión tomada debe estar alineada con un propósito claro: construir una comunidad autosuficiente, competitiva y justa.
“En la próxima columna, exploraremos cómo implementar este pacto en sectores clave como la educación, la tecnología y la infraestructura, pilares esenciales para garantizar que esta colaboración trascienda generaciones y no solo administraciones.”